Extrañaba volver, y la vida sucedió en un instante

martes, 1 de enero de 2013

DIEZ KILOS

Diez kilos me separan de la felicidad en un intento constante de parecerme a otra. Por mí han pasado todas las dietas conocidas, todas las revistas y libros del mundo que prometían ser bella, ser atractiva, ser joven, ser delgada… y yo me pregunto ¿es que no hay un solo hombre al que le gustan los cuatros? ¿al que una cadera bien plantada y unos pechos abundantes le supongan el paraíso lleno de odaliscas? ¿Todas tenemos que ser Katte Mosse para que la ropa nos encaje como en una percha y las arrugas del vestido se conviertan en pliegues de diseño? Ellos quieren buenas tetas, pero de silicona. Un vientre plano, porque ya han tenido sus hijos con otra señora. Una cabeza de pelos largos y alisados, que no dé problemas. Piernas largas y zapatos de tacón insospechado, pero que se tengan que soportar apoyadas en su brazo. Que seas independiente económicamente hablando, por que no están para más cargas económicas. Que estés lista, preparada y divertida, para cuando ellos aparezcan. Y las mujeres de carne y hueso enterrado ¿qué es lo que deseamos cuando el príncipe azul se nos ha caído por el barro? Las que nos hartamos de trabajar para demostrar lo que valíamos y resulta que nunca es suficiente. Por qué de esta batalla, por qué no nacimos con el convencimiento de que éramos perfectas y que la vida solo había que vivirla según fuera llegando.

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